Tras los últimos resultados, el jugador de los Lakers aboga por una mayor presencia del pívot catalán en la rotación, que sobresalió ante Denver.
En pocas agendas de Los Ángeles estaban marcados los días que van del 18 al 21 de mayo. Como mucho, por la simple curiosidad de saber cuál iba a ser el primer rival que caería en playoffs. Los Lakers arrancaron el curso tal y como terminaron el anterior: siendo campeones. Pocos concebían otra opción, aún sin el megatraspaso de Harden sobre la palestra. Los resultados, además, acompañaban a las previsiones. Hasta mediados de febrero, los angelinos acumularon 21 victorias y solamente 6 derrotas. Imponentes en el qué, pero también en el cómo, con esa sensación, manida y de dudosa veracidad en el deporte, de que ganaban cuando querían. Controlaban los partidos sin pisar el acelerador y decidían en los momentos finales, cuando aparecen los mejores. Todo funcionaba a la perfección en una temporada en la que LeBron James había entrado a regañadientes, descontento con el tiempo de descanso entre temporadas, pero que dominaba desde su trono: hasta la lesión, su nombre sonó con fuerza para el MVP. Su quinto, el que ahora ya se ha escapado, pero que le hubiera equiparado con Michael Jordan en el palmarés intergeneracional.
Sobre el papel, los Lakers seguían en Orlando. En su burbuja, la que le concedió su 17º anillo, el de la igualada en la eterna disputa con Boston Celtics. Y a ello se sumó Marc Gasol, que cambiaba el campeón de 2019, Toronto Raptors, por el de 2020. Con un objetivo claro, repetir en 2021. Además, con un aura casi mística: después de seis años, un Gasol volvía a pisar el parqué del Staples Center con la camiseta púrpura y dorada. Una fórmula que se atisbaba ganadora en el plano personal, pero también en el deportivo: con las salidas de JaVale McGee y Dwight Howard, estaba llamado a tener un papel muy importante. También llegaba Montrezl Harrell, sí, pero con la idea de que calcara su rol en los Clippers: convertirse en uno de los mejores sextos hombres de la competición. Nuevamente, previsiones cumplidas. A las pocas semanas de liga, sólo llovían halagos. En el apartado estadístico, Marc, junto a LeBron, conformaba la pareja más eficiente de la competición; en el resto, simplemente, cayó de pie. “Estoy aprendiendo mucho de Marc Gasol”, llegó a decir Anthony Davis. “Ve las jugadas antes de que sucedan”, el propio James.
Ambos caminos se han truncado. Empezaron a hacerlo con la lesión de Davis, que le mantuvo fuera de las pistas desde el 16 de febrero hasta el 22 de abril, y siguieron con la de LeBron, entre el 20 de marzo y el pasado día 30. Sin ellos y, en este caso, en contra de todas las previsiones, se siguió remando, con garra en las victorias que se ponían a tiro y sacando a relucir ese orgullo que todo campeón tiene; hasta un límite. El momento de mayor flaqueza, de hecho, ha llegado al mismo tiempo que los regresos, en una confluencia que se esperaba salvadora y que, de momento, tendrá que seguir batallando en el barro. Al oro le cuesta relucir. Y la suerte parece que se resiste a acompañar: ahora, Dennis Schröder será baja por un contacto estrecho con el coronavirus. El 18 y el 21 de mayo ya se tienen en cuenta, porque no suena descabellado que pueda jugarse ese play-in, tan oportuno para 9º y 10º como despiadado con 7º y 8º. Lo reconoce el propio LeBron, que, con el abismo delante, ha sacado su lado más crítico con el formato: “El que se haya inventado esa mierda tiene que ser despedido”, espetó tras la derrota frente a los Raptors, en la que, además, se resintió de su lesión.
Importante, desaparecido… ¿Imprescindible?
En todo este duro proceso colectivo, Gasol ha sido uno de los mayores perjudicados a nivel individual, con un protagonismo que ha caído en picado. Antes de tener que lidiar con el covid-19, que le mantuvo alejado de las pistas durante nueve partidos y le castigó de forma especialmente dura (“no me podía mover”), el pívot catalán disputaba 20,1 minutos por partido. Ahora, en los últimos catorce encuentros del equipo, sólo ha participado en cinco, con dos actuaciones, además, de cinco y siete minutos. Desde su llegada, Andre Drummond ha sido el pívot titular indiscutible de la franquicia, partiendo de inicio en todos los partidos que ha podido disputar y jugando entre 20 y 30 minutos por noche. En medio, un dedo dislocado que, en ciertos momentos, pareció una de las razones de la disminución de minutos; algo que, con el tiempo, ha quedado totalmente descartado. Su mejor partido en estas semanas, de hecho, fue el del momento de la lesión, en el que consiguió 18 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias. El otro, hace dos noches, frente a los Nuggets, con un 10+7+2 en 17 minutos, en el que bromeó con ser “el Señor Lobo de Pulp Fiction”, por aquello de “solucionar problemas”.
Con todo ello, pues, veremos cómo queda la rotación de Frank Vogel, con, de momento, más peso para Drummond. Una decisión que, desde dentro del propio vestuario, se acepta con alguna reticencia: “No lo sé. Es muy difícil. Es una situación lamentable. Obviamente, tenemos mecánicas que no son buenas. Es duro, es simplemente difícil. No estoy seguro de qué hacer. Ojalá pudiéramos jugar un poco más de tiempo con Marc. Eso sería algo bueno para nosotros, seguro, pero es difícil porque tenemos muchas situaciones diferentes y muchas cosas a nuestro alrededor “, declaró Kyle Kuzma antes del partido frente a los Nuggets. No erró. Desde que Drummond fue fichado, Gasol sólo ha jugado 169 minutos, menos de la mitad de los 348 minutos que ha registrado Andre. La decisión parece firme, pero, dados los últimos resultados, no resultaría extraño ver modificaciones en la rotación angelina. Tanto para las próximas citas como de cara a unos playoffs para los que, a lo mejor, toca actualizar la agenda. Denver ha sido el primer paso para evitarlo.