La afgana juega en el Bidaideak Bilbao BSR y, casi un año después de su llegada a España, se ha convertido en la voz de las mujeres de su país.

Hay hechos que destruyen derechos. Fue así como, veinte años después, Afganistán volvió a la casilla de salida. La paulatina retirada de las tropas estadounidenses, que habían llegado a integrar unos 120.000 soldados, culminó en agosto de 2021. Momento que el régimen talibán aprovechó para regresar al poder y reinstaurar el Emirato Islámico, terminando así con la República Islámica, el fruto de una transición política cimentada en elecciones democráticas. Esa vuelta a 2001, con la consiguiente pérdida de libertades adquiridas en las dos últimas décadas, supuso el éxodo de miles de afganos. Entre ellos, el de la capitana de la selección de baloncesto en silla de ruedas, Nilofar Bayat (Kabul, 29 años). Deportista y activista es también el símbolo de todas esas mujeres con inquietudes, que desean estudiar, trabajar o simplemente moverse sin la obligada compañía de un hombre o sin llevar burka.

Su nombre, su rostro y su historia saltaron a los medios cuando hizo llegar a un amigo, el periodista Antonio Pampliega, a quien conoció en 2017 mientras éste escribía el libro ‘Las trincheras de la esperanza’, un mensaje de auxilio: “Mi vida se acaba, no me puedo quedar aquí”. Sentía miedo por ser mujer y tener una discapacidad. La entrada del régimen talibán supuso su salida del país de inmediato y el aeropuerto se convirtió en el escenario de una pesadilla para Nilofar y su marido Ramish. Los disparos al aire no disuadieron a la pareja, que primero acudió erróneamente al aeropuerto civil y después, puso rumbo al militar (KAIA). Se toparon con un control talibán, que les impedía el paso, pero superarlo era su única vía de escape. “No supe nada de ellos en media hora. A Nilofar no le llegaban los mensajes y de repente recibí su audio llorando, diciendo que estaban dentro. Aún lo conservo”, rememora Pampliega. “Fue el peor recuerdo de mi vida. Sentí estrés y peligro. Lloraba desconsolada por la nueva situación. Era muy difícil aceptarla. También por el futuro de mi gente, por ver la destrucción de un país por el que había trabajado toda mi vida”, confiesa la baloncestista en AS, tras recoger el premio ‘Optimista Comprometida’, otorgado por la revista Anoche Tuve un Sueño. Sólo unos días antes había recibido la ‘Medalla de Oro’ de Cruz Roja, a manos de la reina Letizia, y meses atrás había sido seleccionada por la BBC como una de las cien mujeres más inspiradoras de 2021.

Las redes sociales fueron clave para que en la árida desesperanza brotara la oportunidad de venir a España. Aquel SOS a Pampliega dio sus frutos. Su hilo llegó a la periodista de TVE Paloma del Río; ella se lo pasó a Jorge Garbajosa, presidente de la Federación Española de Baloncesto; éste, al CSD y terminó sobre la mesa del Consejo de Ministros. Todos se movilizaron para sacar a la pareja en un Airbus A400M de las Fuerzas Armadas. “Fue el primer mensaje de ayuda que recibí y lo valoro mucho. Los españoles se preocuparon por mí cuando más lo necesitaba”, explica agradecida la deportista paralímpica. “Su discurso es poderoso. Se expresa bien, se ha casado por amor, se ha quitado el velo… Rompe los estereotipos”, la dibuja Pampliega.

Paloma del Río y él no sólo fueron los ángeles de la guarda de Nilofar, sino también de su compañera en la selección Latifa Sakhizadeh y de quien fuera la presidenta de la Federación Femenina de Fútbol, Arezo Rahimi. El compromiso de los periodistas va más allá y han intervenido para sacar a las otras integrantes del equipo de basket en silla. Mina, Farahnaz y Fátima huyeron a Irán y Arzo, Najia y Semin, a Pakistán, desde donde volarán a Barajas la próxima semana. Ya sólo quedan tres en Afganistán. La historia de Arzo estremece. “Tuvo que vender su ajuar y su vestido de novia para costearse el visado (350 dólares por cabeza). Me mandó un vídeo de su casa vacía entre lágrimas”, desvela Pampliega.

Su rastro también se halla en aquel Kabul-Madrid y Madrid-Bilbao recorrido por Nilofar. Esas fueron las paradas en su trayecto hacia una nueva vida, cimentado en una cadena solidaria donde Txema Alonso, presidente del Bidaideak Bilbao BSR, fue otro importante eslabón. Allí juega ella, aunque el origen de su pasión reside en Alberto Cairo, director de rehabilitación de la Cruz Roja en Afganistán. “Él crea el equipo en 2015. Veía el baloncesto como una manera de desarrollarse. Su sueño era poner en marcha una liga entre todos sus centros. Aquello fue la semilla de la selección nacional y ahí empezó Nilofar. Era la mejor jugadora”, defiende Pampliega.

El deporte resultó clave en su integración, que progresa adecuadamente casi un año después de su llegada. “No fue fácil, pero ahora soy feliz. Me encanta este país”, afirma Nilofar. Y mientras se aclimata a esta nueva cultura e idioma —aún no habla español—, ha derribado otra barrera y ya es la primera afgana que milita en un equipo mixto. Reto que comparte con otra mujer, una compañera argentina. “Es imposible jugar en un equipo mixto en mi país y hasta que no he llegado aquí no me podía ni imaginar cómo sería. Al principio no tenía suficiente confianza en mí misma, pero la gané. Es una experiencia que me está haciendo aprender y crecer”, asegura esta pionera, una enamorada de los desafíos.

Lógico, teniendo en cuenta que su vida no ha sido fácil. Era prácticamente un bebé cuando un proyectil de mortero de los muyahidines, en plena guerra civil, entró por la ventana de su casa, cambiándolo todo para siempre. Uno de sus hermanos falleció y ella sufrió una lesión medular, que redujo sustancialmente su movilidad. También hirieron a su padre cuando iba camino al hospital para verla. Sin embargo, este revés le enseñó el significado de la palabra resiliencia. A partir de entonces, estudió Derecho, trabajó en Cruz Roja —gracias a eso conoció a su esposo, con quien comparte su amor por el baloncesto, él era el capitán de la selección masculina— y ahora ha creado ‘Free Women for Afghanistan’ para desarrollar proyectos de colaboración con grupos de mujeres con discapacidad en su país. “Estar ahora allí es horrible. He luchado durante años para integrarme a la sociedad y que la gente me acepte. No hay vida para las mujeres y las personas con discapacidad, que son precisamente los sectores más vulnerables y desfavorecidos”, sentencia la abogada. Siempre firme en sus convicciones y siempre respaldada por su padre, cuya mentalidad de la época soviética hizo que la apoyase en todas sus decisiones, chocando incluso con algunos de sus hijos, puesto que los hermanos de Nilofar temían lo que pudiera pensar el resto de la sociedad. “Cuando empezaron a jugar no tenían un pabellón, así que la gente se ponía en las vallas y las insultaba. No eran talibanes, sino personas normales, que consideraban eso como una ofensa a su religión. El baloncesto las empoderó”, razona Pampliega.

Y es que el deporte le ha permitido desplegar las alas y sentirse libre, a pesar de todas las circunstancias políticas, económicas, sociales, culturales… “Me ha salvado y cambiado la vida. Todo lo que hago y todo lo que tengo es gracias al deporte. Si estoy aquí es por eso. A través de él he luchado por la igualdad en mi país, también por dar visibilidad a la mujer en la sociedad”, reivindica, consciente de todo lo que el baloncesto en silla le ha aportado: “Llegué porque no había otra opción, era el único deporte accesible para mí. Después, los mejores momentos de mi vida han estado ligados al basket, ponía toda mi energía para que Afganistán se sintiera orgulloso”. Hace alrededor de doce meses que su destino y el de sus compañeras de selección se separaron, aunque continúan en contacto: “Ojalá puedan venir a España y volvamos a estar juntas”. Algunas se entrenan en clandestinidad…

No obstante, el camino está siendo arduo, como lo fue para Nilofar. Atrás ha dejado muchas cosas. Sus raíces, su hogar, su familia… Sueños rotos que ha tratado de reconstruir, aunque muchas noches se haya despertado sobresaltada con la pasajera y temeraria idea de regresar. Ya posee el pasaporte azul, que le permitirá viajar a otros lugares, salvo a Afganistán por cuestiones de seguridad. “Cada día aumentan las restricciones para las mujeres, que están encerradas y sin esperanza”, apunta con preocupación. A pesar de los casi 8.000 kilómetros de distancia, tiene a sus compatriotas muy presentes.

Eso sí, Nilofar no es más que la punta del iceberg. Actualmente hay 2.338 afganos (1.393 hombres y 945 mujeres) empadronados en España, según el avance provisional de la Estadística del Padrón Continuo a 1 de enero de 2022. Números que han experimentado una notable subida en el último año, ya que en 2021 había 828 (611 hombres y 217 mujeres). Según el informe ‘Más que cifras’, publicado por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), con datos de 2021, hay 1.622 afganos solicitantes de asilo en nuestro país y ésta es la segunda nacionalidad con mayor tasa de reconocimiento (99,73%), por detrás de Libia (100%). Mientras que el avance de las solicitudes y propuestas de resolución de protección internacional, con datos provisionales acumulados entre el 1 de enero y el 31 de mayo de 2022, manejados por el Ministerio del Interior, arroja que hubo 829 propuestas correspondientes a afganos y la tasa de reconocimiento ascendió al 98,81%.

Para Nilofar y Ramish el apoyo de CEAR está siendo vital. “Nos enteramos de su caso por el Telediario. Al no disponer de medios económicos suficientes o red social para poder iniciar una vida de manera autónoma en España se le ofreció la posibilidad de entrar como beneficiaria del sistema de acogida para personas solicitantes de asilo (dependiente del Ministerio de Inclusión) y se le adjudicó una plaza en Bilbao. Además de solicitar la protección internacional, eso ya dependiente del Ministerio del Interior. Así nos llegó a nosotros, como cualquier otra persona. No se ha beneficiado de nada extraordinario”, aclara Elena Valverde, coordinadora territorial de CEAR en Euskadi.

Su apoyo se centra principalmente en ofrecerles una vivienda, cubrir sus necesidades básicas (manutención, ropa, ayudas sanitarias y bucodentales…) y darles las herramientas para su incorporación a la sociedad (idioma, convalidación de títulos formativos…). “El caso de Nilofar tenía el foco mediático y cuando llegó había Comunidades Autónomas e instituciones que se la rifaban. Actualmente tiene la valoración de discapacidad, le han concedido el estatuto de refugiado y está en situación regular, por lo que ha podido obtener la ficha federativa y debutar con el Bidaideak Bilbao BSR. Sigue siendo beneficiaria del sistema de protección temporal. Pasó cerca de seis meses en un piso de acogida gestionado por CEAR, pero ya se encuentra en una fase de mayor autonomía. Su marido y ella han alquilado una vivienda”, comenta Elena, quien subraya el papel del deporte para facilitar la socialización: “Se ha encontrado entre iguales, se ha sentido valorada… Eso le ha dado la dignidad que necesita para salir adelante”.

La afgana sueña con vivir unos Juegos Paralímpicos, algo que acarició en estos últimos de Tokio. “Era una de las deportistas invitadas, pero a escasos tres días del comienzo los talibanes llegaron a mi país”, lamenta. Este régimen ha virado el rumbo de su vida, pero Nilofar siempre se negó a que otros tomaran el timón. Así es como la deportista se transformó en activista y en la voz de los gritos ahogados de sus compatriotas. “Desgraciadamente, con la guerra de Ucrania, se han olvidado de mi país y la situación de la gente es catastrófica. Necesitamos más atención, ayuda… y el apoyo de organismos como la ONU”, asevera, con la fe intacta por encontrar una solución: “Sólo podemos presionar a los talibanes. Otros países deberían cortar sus relaciones con ellos, no reconocerlos como un gobierno… Debemos apoyar a las mujeres de Afganistán para que luchen por sus derechos”.

Su derecho a vivir en libertad. Ahí el deporte es una gran herramienta. “¡Es poder! Las deportistas allí lo usamos para demostrar que existimos y tenemos talento”, concluye en su alegato para erradicar lo que califica como “un apartheid de género”. Y es que la persecución por tales motivos todavía existe. Por eso, Nilofar es una superviviente. Primero los señores de la guerra y después, los talibanes, la hirieron de dos modos muy diferentes, pero ella no decae y lucha. La resistencia es la mayor de las victorias y ésta será la protagonista de un documental. El que ya preparan sobre su vida…

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