Los Bucks ponen del revés las Finales de la NBA, otra vez rumbo a Phoenix. Exhibición sin premio de Booker, noche negra de Paul y excepcional Middleton.

Es la ley del sufrimiento, del dolor, de la angustia. Y ahí tiene ventaja Milwaukee Bucks, que viene de dos años recibiendo azotes groseros por sus patinazos en playoffs, de no contar para casi nadie esta temporada y de remontar a los Nets (destrozados por las lesiones) un 2-0 después de perder el segundo partido 125-86 y convertirse en el saco de golpes favorito de América. Eso tiene un valor cuando las Finales de la NBA llegan al terreno en el se están metiendo, de cabeza. El de apretar los dientes y encontrar formas de ganar. El de no tener en cuenta quién tiene un pico más alto de talento, quién parecía mejor hace una semana o quién va ganando hace apenas un ratito: en partidos como este (109-103 final) el primer cuarto parece que sucedió hace un mes cuando se está llegando a los últimos minutos. Los de la verdad.

Se trata de saber ganar, o de saber perder para poder ganar. De estar dispuesto a todo. De transformar la energía negativa en carburante, de encajar golpes sin ir a la lona. Los que sean y de quien sean. De crear un ecosistema en el que quien se extinga sea tu rival. Y de no tener memoria, de jugar sin recordar qué acaba de pasar. Si falla un tiro, vuelves a intentar el siguiente. Si tu rival desmonta una buena defensa por calidad, la repites en cada secuencia después de esa. No existe el pasado y el futuro llega demasiado deprisa. La Final 2021 de la NBA llegó a Wisconsin con 2-0 para unos Suns con un aroma evidente a inevitabilidad. Aparentemente muy superiores. Pero la serie, incluido el segundo partido en Arizona, ha ido virando de forma clara. Ahora mismo está 2-2, pero además no hay mucha forma de defender que los Suns siguen siendo mejores. No en toda la temporada o de cara al próximo curso: para los siete próximos días en los que se jugarán dos o tres partidos, los que sean que resuelvan el anillo. Con 2-0 en contra, el público del Fiserv Forum (mucho, muchísimo ruido), gritaba Bucks In Seis: los Bucks ganarán en seis partidos. Parecía una boutade, una forma de no amargarse en su primera final en 47 años. Pero ahora, días después, se han asegurado en sexto partido en Milwaukee, uno al que llegarán para sobrevivir, otra vez, o para culminar la revolución, el terremoto. Una Final que empezó fría (la superioridad de los Suns, la rodilla de Giannis Antetokounmpo…) está hirviendo, histérico. Es un manicomio. Ya no cuenta nada, solo el próximo partido. Solo el sábado, de vuelta en Phoenix. Los tambores de guerra ya no asoman: ahora atruenan.

En dos de las cuatro veces que se ha remontado un 2-0, el campeón enlazó cuatro triunfos mientras todos, incluido su rival, se preguntaba qué estaba pasando. Lo hicieron los Blazers de Bill Walton en 1977 y lo repitieron los Heat de Dwayne Wade en 2006, contra los Mavericks de Dirk Nowitzki. El último que escapó de esa tumba fu Cleveland Cavaliers, cuando levantó un 2-0 y un 3-1 a los Warriors del 73-9, un equipo que parecía pluscuamperfecto y con un backcourt superlativo antes de que la Final se metiera en el fango. Aquellos Cavs tenían, claro a LeBron James y Kyrie Irving. Una de las dos parejas de compañeros que han sumado al menos un partido de 40 puntos en una Final. Antes lo habían hecho Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar con los Lakers. Y ahora lo han conseguido Giannis Antetokounmpo y Khirs Middleton, con los Bucks. El músculo, la fe, la capacidad para sobrevivir y las estrellas propias devorando a los rivales. ¿Se está repitiendo el patrón? Es fácil imaginarlo. Los Suns siguen con sus opciones intactas, a las puertas de una miniserie a tres partidos con dos en su pista, incluido el hipotético séptimo y definitivo. Pero llegaron a Wisconsin con un colchón que, sencillamente, se ha desvanecido. En el contador de victorias y en el diván del psiquiatra. A los Suns les queda el factor cancha. Y el talento. A los Bucks, ahora mismo, casi todo lo demás. El quinto partido será una olla a presión en la que los Suns tienen que evitar aquel viejo axioma del póquer: si a los cinco minutos no sabes quién es el primo, es que el primo eres tú.

Middleton le roba los titulares a Booker

Los Suns parecieron haber asimilado su patinazo del tercer partido: 4-12 en cuatro minutos con circulación, más cuerpos para sellar la zona y alejar del aro a Giannis Antetokounmpo y puntos de Devin Booker, que después de los diez del choque anterior jugó como hacen las grandes estrellas, sin miedo y sin freno de mano. El escolta tuvo momentos geniales, verdaderos estados de trance durante los que pareció que todo el resto del guion estaba marcado por su talento. Que los Suns ganarían. Anotó 20 puntos en la primera parte y 18 en el tercer cuarto, con un 7/7 en tiros de campo. Sin meter un triple y con un recital de suspensiones maravillosas desde esas zonas templadas que muchos equipos han ido abandonando. Pero, en paralelo, se cargó de faltas. Y en el último cuarto hizo la quinta rápido, se perdió muchos minutos y solo sumó 4 puntos más, y eso después de que le perdonaran la sexta falta en una acción flagrante sobre Jrue Holiday. Acabó con 42 puntos y ya tiene (540 ahora) el récord de puntos en un estreno en playoffs (era 521, de Rick Barry). Pero su talento delicioso, sus canastas poéticas, no bastó. No fue el Booker game.

¿Por qué? Porque avanzado el tercer cuarto ningún compañero había llegado a 10 puntos. Lo hicieron después Jae Crowder (15 con 8 rebotes y mucho trabajo) y Cam Johnson (10, un momento heroico en ese último parcial). DeAndre Ayton evitó las faltas pero su influencia en el juego (6 puntos, 17 rebotes, 5 asistencias) fue poca cuando más falta hizo. Mikal Bridges fue demasiado trasparente y Chris Paul jugó un partido horripilante: 10 puntos en 13 tiros y 7 asistencias por 5 pérdidas. Cometió errores decisivos, e impropios, en los últimos ataques, y acumula 15 pérdidas en los últimos tres partidos y 17 en la serie. Más de cuatro media. Contra los Lakers sumó 9 en seis partidos, contra los Nuggets cinco en cuatro y contra los Clippers, ocho en otros cuatro. Algo falla ahí: el lenguaje corporal fue preocupante (se tocó las rodillas varias veces), la clarividencia se quedó en el hotel y Paul no fue capaz ni de hacer lo mínimo para acompañar lo justo a Booker. Mucho por mérito de Jrue Holida y pero un asunto a medir en lo que viene por delante. Las Finales de Paul han bajado escalones día a día tras su exhibición del primer partido. Una metáfora del estado de su equipo.

Los Suns perdieron aunque ganaban 76-82 al final del tercer cuarto. A pesar de la sensación de infalibilidad que ahí transmitía Booker. A pesar de que estaban 82-89 avanzando en el último parcial, 90-95 un poco después y 97-99 a falta de 2:30, su última ventaja. Perdieron a pesar de que los Bucks parecieron en tramos muy extensos incapaces de anotar un tiro cuando su vida dependía de ello: 40% en tiros totales, 24% en triples (7/29). Perdieron porque volvieron a concender muchos rebotes de ataque (17-5 final), porque no supieron sufrir cuando no quedaba otra y porque su finura colectiva apareció con cuentagotas y muy poco tras el descanso (12 asistencias antes, 6 después). Y porque perdieron 17 bolas (5-17). Entre eso y los rebotes de ataque, los Bucks tuvieron 19 tiros más (97 por 78) y, otra vez, más puntos desde la línea de personal (24-16 con 10 más lanzados). Los Suns perdieron y acabaron pareciendo encogidos, apocados, enredados con algo que no debería estar pasando. Pero que está pasando. El sábado vuelven a casa, y falta que les hace. Necesitan aferrarse a eso, sufrir y olvidar. Jugar con la mente y el corazón solo en cada jugada, como si no hubiera pasado nada antes y no existiera nada después. Eso es lo que está impulsando a los Bucks. Eso es lo que, llegados a este punto, decide los anillos.

El mérito de los Bucks es colosal. Enfrentados a sus contradicciones, a una súper estrella rival en trance y a unos problemas para anotar en cinco contra cinco que habrían dejado sin espíritu a otros, menos expertos o menos habituados al dolor. Las cicatrices, al fin y al cabo, cuentan historias, son testimonio. El Booker game acabó siendo el Middleton game porque Khris Middleton siempre aparece. Siempre pasa de muy buen jugador a súper jugador cuando más lo necesita su equipo. Lo hizo contra los Nets, contra los Hawks cuando se lesionó Giannis y lo hizo en este partido cuando sobrevolaba el 3-1. Desde el 97-99 anotó 10 puntos seguidos, seis más que los Suns en los últimos 135 segundos. Acabó con 40 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias. 24 puntos en la segunda parte, 14 en el último cuarto. Canasta tras canasta mientras Paul se descosía y Booker no recuperaba temperatura tras enfriarse por culpa de las faltas. Giannis Antetokounmpo terminó esta vez con solo 26 puntos pero sumó 14 rebotes, 8 asistencias, 3 robos y 2 tapones, el último una acción colosal, que será leyenda de las Finales si los Bucks ganan el título: a falta de 1:14 y con 101-99, Booker lanzó un alley oop perfecto a Ayton y Giannis recuperó desde muy atrás, desde una distancia imposible, y puso la mano en el cielo de Milwaukee para firmar una acción defensiva histórica. ¿Cómo el tapón de LeBron a Iguodala en 2016? El que quiera seguir buscando paralelismos…

Giannis tuvo más problemas en estático pero empujó siempre, cargó con todas las consecuencias y no se desanimó nunca. Ni dejó que su equipo lo hiciera. Acabó en +8 la segunda parte tras terminar en negativo sus minutos de la primera (+5 total), y defendió, reboteó y jugó cuesta abajo cada vez que los Suns perdían la bola. No pareció tan Superman esta vez, y quizá por eso su partido tenga más mérito todavía, más importancia. Como el de Jrue Holiday, que volvió a ser un desastre en ataque (13+7+7 pero 4/20 en tiros) pero un torbellino en defensa. Si los Bucks ganan el título, su defensa sobre Chris Paul a partir del segundo partido será una de las principales razones, haga lo que haga en la otra canasta. La energía y la fe ciega de Tucker y Connaughton (instrumental en los quintetos pequeños) hicieron el resto. Y el Fiserv Forum, y la sensación de que los Bucks se han llevado tantos golpes en los últimos tiempos que no les importa morir, no tienen miedo a asomarse al abismo. Y ahí, en esa pelea, se puede acabar decidiendo el título tras este cuarto partido agónico. Ahí van los Suns también, qué remedio: nadie dijo que fuera a ser fácil, ¿no?

 

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