Partido de raza del vicecolista, que decantó en un final agónico, apoyado en el comienzo de Kulboka y el final de Jenkins. Samar mostró su clase y grandes números de Alexander.

El Bilbao Basket se apunta a seguir en la pelea. Lo tiene en chino, pero no se da por vencido. Estaba obligado a ganar al Fuenlabrada y lo ha hecho, con enorme agonía, pero nadie dijo que esto iba a ser fácil. Con un pleno en los tres partidos que le restan, mantendría la categoría y si el Estudiantes no derrota al Burgos, hasta puede perder ante el propio equipo castellano, Real Madrid o Joventut. Los ‘hombres de negro’ refrescaron una sensación, al de la victoria, que no tenían desde hace mes y medio, en la pista del Murcia.

El Fuenlabrada, que no se jugaba nada pero se comportó como si la permanencia estuviera en juego. Es su obligación, aunque su pasión fue desbordante, extrañamente excesiva a veces. Compareció con diez, por las ausencias de Emegano, Urtasun y García, y por no poder echar mano del filial, que buscó y encontró el ascenso a LEB Plata. Tenía tres bases y el resto, grandes. Fue intenso en todo momento. Raventós eligió la presión alta en todo momento y eso entorpeció la subida de balón local en algunos ataques. Dos faltas en un par de minutos y medio tras el salo inicial condicionaron la velada a Meindl, jugador básico para el Urbas. Salió en su lugar Trimble, que no es manco, la escopeta más afinada de la ACB, aunque apenas tuvo protagonismo. Por su parte, Mumbrú dejó fuera a Serron. Estaba previsto que volviera Balvin y aunque tuvo que hacer un par de visitas al baño en el calentamiento y durante el partido, remó hasta donde pudo tras dejar atrás el coronavirus.

El Kulboka más productivo se vio en el primer cuarto. En la primera parte no falló nada y sacó brillo a una tarjeta con 22 de valoración. A falta de 4:33 para cerrar el primer cuarto, en el 15-11, tras dos triples seguidos emanados por de su muñeca, llevaba 12 puntos. La distancia local creció hasta los seis (17-11). Para este equipo tener una ventaja de estas es como ver el paraíso tras una semana de vagar por el desierto.

Mumbrú estaba más en la labor de animar que de reprochar. Terapia positiva. Bastante desgracia llevan ya encima. En siete minutos, hizo una rotación completa, quitando Kljajic, que salió al final de cuarto como especialista defensivo para liberar de posibles faltas a los bases. El 26-20 del final de los diez primeros minutos seguía dando alas a los hombres de negro, y eso que podían haber hecho más en la última jugada, en la que se atropellaron.

Errores en la toma de decisiones, sobre todo de un Brown que a veces va con la bandera de la anarquía y no ocupa los espacios adecuadamente, apretaron el marcador, hasta el punto de que Alexander devolvió la ventaja a los madrileños: 36-37 a 3.19 para el descanso. Asfixiaban al hombre-balón, le hacían jugar muy lejos, en medio campo casi, aunque el Bilbao Basket, con muchos posteos, sacó fuerzas de flaqueza para liderar el marcador por dos al descanso.

La tensión iba subiendo y el Bilbao Basket se comía un saque de banda, la extraviaba en un contraataque… faltaba claridad de ideas en las llegadas en transición. Pero también fue capaz de parar el segundo arreón del Fuenla (49-53), aunque se veía muy tocados anímicamente a algunos muchachos de Mumbrú. Totè desde luego da una fresca sensación de tipo joven aún no contaminado por la mala sombra que preside el vestuario de Miribilla, aunque regalaba faltas a veces por sus ganas de ayudar y agradar. Se le nota que no conoce la competición ni el listón en los contactos. A la quinta, Jenkins metió un triple. Y un suspiro después repitió. El marcador ya se puso a sonreír hacia un lado y otro.

Alexander decidió asumir el protagonismo en las filas visitantes (36 de valoración). Mumbrú puso una zona unos instantes para cambiar el ritmo. El Bilbao Basket necesitaba emitir una señal de fortaleza, avisar al enemigo que no se iba a dejar comer el terreno en su campo, pero era un flan, le podía la ansiedad. Remitió el ‘kulbokismo’ y se apagaron las luces. Jenkins tiró de clase (canasta del partido a medio minuto para concluir, 84-80) y una antideportiva de Novak a Athinaiou acabó con el debate. El Urbas olió la sangre, pero también el orgullo de un equipo al que ni todas las desgracias del mundo sumadas le restan ganas de morir en el empeño por una gesta. Rousselle, a una pierna casi tras operarse en el tendón de Aquiles y casi sin poder permanecer en pie, se dejaba el alma, otro síntoma de compromiso. El resumen el espíritu de esta gente. La cosa no está mucho mejor. Pero está mejor.

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