Un segundo tiempo legendario del griego se queda sin premio en una noche horrible de sus escuderos. Los Suns, a dos triunfos del anillo.
Milwaukee Bucks descubrió en una noche cómo puede ganar a Phoenix Suns y por qué es muy probable que no vaya a ganar a Phoenix Suns. Las Finales de 2021 se marchan a Wisconsin (tercer partido la noche del domingo al lunes, 02:00 hora española) con un 2-0 que deja a los Bucks en cuidados intensivos, a una mala noche de desengancharse del todo. Y a los Suns (después de este 118-108) a dos victorias del anillo de campeón. Y a una de pisar territorio desconocido: la franquicia de Arizona jamás ha estado a un triunfo del título. En sus dos anteriores asaltos (1976 y 1993) perdió 4-2. Está ante su última frontera. Y, con toda franqueza, desprende aroma a campeón casi inevitable.
Casi: dice el viejo axioma de los playoffs que no una serie no empieza hasta que un equipo gana fuera de su pista. Mientras tanto, se sigue ese orden natural del factor cancha que en realidad salta constantemente por los aires. Los Bucks vuelven a su cubil, en Milwaukee, para dos partidos que nos dirán si realmente tenemos Finales. Será el tercero, de hecho: no hay forma de imaginar a los de Mike Budenholzer remontando un 3-0. Pero sí hay un patrón para que se metan de lleno en la serie: tienen que jugar como en este segundo partido… pero mejor. Necesitan más aportación individual de algunos de sus mejores jugadores. Necesitan meter más tiros. Y que la fluctuación del cambio de pista ponga de su parte: más agresividad, más permisividad arbitral, más presión en los tiros del rival…
Es probable que ni eso valga, finalmente, pero los Bucks tienen que ver la botella medio llena o estarán ventilados. Ya han demostrado en estos playoffs que saben sufrir, agarrarse a la vida, salir adelante. Lo hicieron, sobre todo, en el tercer partido contra los Nets, también con 2-0 en contra y antes de que las lesiones terminar de crujir al que era por entonces, todavía, favorito de consenso al anillo. Y, en parte, lo hicieron en este segundo partido en Phoenix, en el que hicieron muchas cosas para ganar menos la definitiva. Menos ganar. Fueron mucho más agresivos, colapsaron la zona templada para que no se cebaran Chris Paul y Devin Booker, facilitaron que Jrue Holiday acosara a Paul, tapiaron la pintura, ganaron el rebote, penetraron con energía… pero no metieron los suficientes tiros. Su excelente inicio (12-21) se fue al traste en un colapso horrendo en el segundo cuarto: de 41-41 al 56-45 del descanso, 16 puntos totales (30-16) en ese parcial para un equipo incapaz de generar anotaciones cómodas, sostenibles, obligado a vivir del rebote de ataque y de acciones individuales, muchas veces más por tozudez que por talento.
La segunda parte fue, en realidad, una oportunidad perdida. Por un momento, los Suns enseñaron puntos débiles. Un 65-50 se esfumó en un tramo en el que la remontada no dejó de rondar: 71-66, 93-88 y 103-07 a falta de más de cuatro minutos. Ahí se escenificó el final. Connaughton falló su triple para poner a los Bucks a tres y Chris Paul anotó el suyo después de dos rebotes de ataque. Fue una metáfora de un segundo tiempo en que Paul y Booker respondieron a cada intento de un rival que mostró una sana desesperación y una preocupante falta de talento ofensivo. Tiros quirúrgicos, muchos muy difíciles, cada vez que el marcador se podía comprometer definitivamente. Y errores en cada acción capital de Khris Middleton y Jrue Holiday. Por mucho que los Bucks defiendan de maravilla, que Budenholzer no dejó de probar cosa y que Giannis Antetokounmpo dejó esfuerzos emocionantes, los Bucks no pueden ganar si Middleton acaba con 11 puntos en 16 tiros (5/16) y Holiday con 17 en 21 (7/21). No hay más. A veces, es así de sencillo.
Porque Giannis dejó un partido memorable, que habría quedado en la historia de las Finales si su equipo hubiera consumado la remontada. El griego se dejó el corazón en la pista y estuvo a punto de derribar la lógica menos de dos semanas después, conviene recordarlo, de casi reventarse la rodilla en el cuarto partido contra los Hawks. Acabó con 42 puntos, 12 rebotes, 4 asistencias y 3 tapones. Un 15/22 en tiros y un (recibió un millón de palos) 11/18 en tiros libres con un nivel de acierto digno en una segunda parte pletórica, de energía sobrehumana: 30 puntos, incluidos 13 seguidos para sostener a su equipo y reabrir el partido en un tercer cuarto que cerró con 20. El tope de un parcial de Finales desde los 22 de Michael Jordan en 1993. También en un segundo partido de la serie… y también en Phoenix. Giannis jugó más de 40 minutos y acabó (recuerdo: no debería en ningún lugar cercano al 100% con esa rodilla…) con un +3 en pista. Es, en dos partidos, un +4 para él. Lo que deja a sus compañeros en un -19 en los menos de 20 minutos en los que ha descansado.
La cuestión es que, aunque el 2-0 es un lastre horrible y la sensación de este segundo partido es que el rival siempre está un poco más allá, por muy lejos que llegues, los Bucks están a una victoria, a un buen tercer partido, de sentir que todavía pueden pasar muchas cosas en estas Finales. Necesitan a Middleton a su mejor nivel y necesitan que Jrue haga algo en ataque, lo justo para no estorbar y complementar su nivel en defensa (extraordinario esta vez). No tienen mucho más más allá de Giannis y el esfuerzo de Tucker, Brook Lopez y un Connaughton que cometió errores groseros cuando quedaba una vida en el último cuarto pero se mató a trabajar, metió cuatro triples y acabó con 14 puntos y 7 rebotes para aportar en una guerra de banquillo que se está igualando a golpe de desgracias: si en el primer partido cayó Dario Saric, esta vez lo hizo Torrey Craig, también con una (aparentemente) fea lesión de rodilla. Si, como el croata, se queda fuera de la serie, los Suns apenas tendrán nada por dentro que no sea un Kaminsky al que Monty Williams no querría ver en pista de ninguna manera, no en unas Finales y en las dos batallas a domicilio que vienen ahora. Un factor importante porque, a la fuerza ahorcan, la apuesta de los Bucks va a ser el músculo, la fuerza y la pegada en las zonas.
Mientras la historia del partido estaba en el derrotado, en las contradicciones que le hacen ser temible y dócil en los mismos partidos, en sus reacciones heroicas y sus disparos en los pies y en cuánto hay en sus derrotas de acierto en los ajustes y cuánto de puro déficit de talento, los Suns ganaron. Con un mérito formidable y un partido mucho más difícil que el primero, con dificultades más parecidas a las que les plantearon los Clippers en la final del Oeste. Eso hace este equipo: gana. Gana y gana y gana. Con una defensa durísima y que acepta todos los retos, contra quintetos grandes y pequeños; con capacidad de fundir a los rivales por hero ball (canastones de sus estrellas) o circulación para conectar a los secundarios. Después de su sobredosis de tiros libres en el primer partido, apenas lanzaron en el segundo (0/1 entre Paul y Booker). De 18 asistencias pasaron a 26, y aunque perdieron más balones y corrieron menos en transición (7-17 para los Bucks) convirtieron sus 11 triples del martes en 20 con un inapelable 50% (20/40). Y sufrieron en el rebote y la pintura (28-54 para el visitante) pero acertaron ahí, en las trincheras, en los ataques decisivos.
Así minaron a los Bucks: con la dureza de Jae Crowder (11 puntos, 10 rebotes y mil golpes a Giannis), la inteligencia de Cam Johnson y una actuación integral, pletórica, de Mikal Bridges (27 puntos, 7 rebotes). Otro gran ejercicio colectivo ribeteado por sus dos maestros, el profesor y el pupilo, Batman y Robin… o dos versiones diferentes e igualmente temibles de Batman, más bien. Chris Paul no controló este partido como el primero y sumó seis pérdidas, algo rarísimo en él. Pero anotó tiros esenciales en momentos muy calientes y acabó con 23 puntos y 8 asistencias (15+6 en el segundo tiempo). Y Booker empezó fallón y acabó metiendo canasta de súper clase, imposibles de defender, los golpes de cloroformo cada vez que los Bucks ponían el despertador: 31 puntos, 5 rebotes, 6 asistencias, 7/12 en triples. Y 21 puntos con un 5/7 desde la línea de tres en la segunda parte, cuando el partido estuvo realmente en el alero. Más de lo que dice el marcador final y de lo que cuenta este 2-0. Los Bucks no están tan lejos pero da la sensación de que sí están lo suficientemente lejos. Y muchas veces basta con eso. Les queda asaltar la lógica y para eso, esa es su ventaja ahora que vuelven a casa, tienen a un guerrero como Giannis Antetokounmpo, un líder con galones y una fe inquebrantable. Hace falta que los demás (Middleton y Jrue) acompañen en ataque. O nos quedará poco que rascar en estas Finales que tienen a los Suns a dos pasitos del anillo. Los últimos, casi siempre los más difíciles de dar.